A escondidas.
Detrás de cada nota de tu voz.
De cada invisible mirada.
De cada acogedora sonrisa.
A escondidas.
Detrás de cada vertiginoso latido.
De cada estremecimiento.
De cada rubor.
A escondidas.
Detrás de un quimérico,
demente
y cándido sentir.
Detrás, siempre estás tú.